
Historia extraída de Google.com
De portero de Prostíbulo a Fabricante millonario
No había
en el pueblo peor oficio que el de portero del prostíbulo. Pero ¿qué otra cosa
podría hacer aquel hombre? De hecho, nunca había aprendido a leer ni a
escribir, no tenía ninguna otra actividad ni oficio. Un día, se hizo cargo del
prostíbulo un joven con inquietudes, creativo y emprendedor, que decidió
modernizar el negocio. Hizo cambios y citó al personal para darle nuevas
instrucciones.
Al
portero, le dijo:
- A partir
de hoy usted, además de estar en la puerta, va a preparar un reporte semanal
donde registrará la cantidad de personas que entran y sus comentarios y
recomendaciones sobre el servicio.
- Me
encantaría satisfacerlo, señor -balbuceó- pero yo no sé leer ni escribir.
- ¡Ah! ¡Cuánto lo siento!
- ¡Ah! ¡Cuánto lo siento!
- Pero
señor, usted no me puede despedir, yo trabajé en esto toda mi vida.
- Mire, yo comprendo, pero no puedo hacer nada por usted. Le vamos a dar una indemnización hasta que encuentre otra cosa. Lo siento, y que tenga suerte.
Sin más, se dio vuelta y se fue. El portero sintió que el mundo se derrumbaba. ¿Qué hacer? Recordó que en el prostíbulo, cuando se rompía una silla o se arruinaba una mesa, él lograba hacer un arreglo sencillo y provisorio. Pensó que ésta podría ser una ocupación transitoria hasta conseguir un empleo. Pero sólo contaba con unos clavos oxidados y una tenaza derruida. Usaría parte del dinero de la indemnización para comprar una caja de herramientas completa.
- Mire, yo comprendo, pero no puedo hacer nada por usted. Le vamos a dar una indemnización hasta que encuentre otra cosa. Lo siento, y que tenga suerte.
Sin más, se dio vuelta y se fue. El portero sintió que el mundo se derrumbaba. ¿Qué hacer? Recordó que en el prostíbulo, cuando se rompía una silla o se arruinaba una mesa, él lograba hacer un arreglo sencillo y provisorio. Pensó que ésta podría ser una ocupación transitoria hasta conseguir un empleo. Pero sólo contaba con unos clavos oxidados y una tenaza derruida. Usaría parte del dinero de la indemnización para comprar una caja de herramientas completa.
Como en el
pueblo no había una ferretería, debía viajar dos días en mula para ir al pueblo
más cercano a realizar la compra. Y emprendió la marcha. A su regreso, su
vecino llamó a su puerta:
- Vengo a
preguntarle si tiene un martillo para prestarme.
- Sí, lo
acabo de comprar pero lo necesito para trabajar... como me quedé sin empleo...
- Bueno, pero yo se lo devolvería mañana bien temprano.
- Bueno, pero yo se lo devolvería mañana bien temprano.
- Está
bien.
A la
mañana siguiente, como había prometido, el vecino tocó la puerta.
- Mire, yo todavía necesito el martillo. ¿Por qué no me lo vende?
- No, yo lo necesito para trabajar y además, la ferretería está a dos días de mula.
- Hagamos un trato -dijo el vecino. Yo le pagaré los días de ida y vuelta más el precio del martillo, total usted está sin trabajar. ¿Qué le parece?
Realmente, esto le daba trabajo por cuatro días... Aceptó. Volvió a montar su mula. A su regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su casa.
- Hola, vecino. ¿Usted le vendió un martillo a nuestro amigo... Yo necesito unas herramientas, estoy dispuesto a pagarle sus cuatro días de viaje, más una pequeña ganancia; no dispongo de tiempo para el viaje.
- Mire, yo todavía necesito el martillo. ¿Por qué no me lo vende?
- No, yo lo necesito para trabajar y además, la ferretería está a dos días de mula.
- Hagamos un trato -dijo el vecino. Yo le pagaré los días de ida y vuelta más el precio del martillo, total usted está sin trabajar. ¿Qué le parece?
Realmente, esto le daba trabajo por cuatro días... Aceptó. Volvió a montar su mula. A su regreso, otro vecino lo esperaba en la puerta de su casa.
- Hola, vecino. ¿Usted le vendió un martillo a nuestro amigo... Yo necesito unas herramientas, estoy dispuesto a pagarle sus cuatro días de viaje, más una pequeña ganancia; no dispongo de tiempo para el viaje.
El
ex-portero abrió su caja de herramientas y su vecino eligió una pinza, un
destornillador, un martillo y un cincel. Le pagó y se fue.
Recordaba las palabras escuchadas: "No dispongo de cuatro días para compras". Si esto era cierto, mucha gente podría necesitar que él viajara para traer herramientas. En el viaje siguiente arriesgó un poco más de dinero trayendo más herramientas que las que había vendido. De paso, podría ahorrar algún tiempo en viajes.
La voz empezó a correrse por el barrio y muchos quisieron evitarse el viaje.
Recordaba las palabras escuchadas: "No dispongo de cuatro días para compras". Si esto era cierto, mucha gente podría necesitar que él viajara para traer herramientas. En el viaje siguiente arriesgó un poco más de dinero trayendo más herramientas que las que había vendido. De paso, podría ahorrar algún tiempo en viajes.
La voz empezó a correrse por el barrio y muchos quisieron evitarse el viaje.
Una vez
por semana, el ahora corredor de herramientas viajaba y compraba lo que
necesitaban sus clientes. Alquiló un galpón para almacenar las herramientas y
algunas semanas después, con una vidriera, el galpón se transformó en la
primera ferretería del pueblo. Todos estaban contentos y compraban en su
negocio. Ya no viajaba, los fabricantes le enviaban sus pedidos. Él era un buen
cliente. Con el tiempo, las comunidades cercanas preferían comprar en su
ferretería y ganar dos días de marcha.
Un día se le ocurrió que su amigo, el tornero, podría fabricarle las cabezas de los martillos. Y luego, ¿por qué no?, las tenazas... y las pinzas... y los cinceles. Y luego fueron los clavos y los tornillos... En diez años, aquel hombre se transformó, con su trabajo, en un millonario fabricante de herramientas.
Un día se le ocurrió que su amigo, el tornero, podría fabricarle las cabezas de los martillos. Y luego, ¿por qué no?, las tenazas... y las pinzas... y los cinceles. Y luego fueron los clavos y los tornillos... En diez años, aquel hombre se transformó, con su trabajo, en un millonario fabricante de herramientas.
Un día
decidió donar una escuela a su pueblo. En ella, además de a leer y escribir, se
enseñarían las artes y oficios más prácticos de la época. En el acto de
inauguración de la escuela, el alcalde le entregó las llaves de la ciudad, lo
abrazó y le dijo:
- Es con gran orgullo y gratitud que le pedimos nos conceda el honor de poner su firma en la primera hoja del libro de actas de esta nueva escuela.
- El honor sería para mí -dijo el hombre-. Nada me gustaría más que firmar allí, pero yo no sé leer ni escribir; soy analfabeto.
- Es con gran orgullo y gratitud que le pedimos nos conceda el honor de poner su firma en la primera hoja del libro de actas de esta nueva escuela.
- El honor sería para mí -dijo el hombre-. Nada me gustaría más que firmar allí, pero yo no sé leer ni escribir; soy analfabeto.
- ¿Usted?
-dijo el Alcalde, que no alcanzaba a creer-. Usted construyó un imperio
industrial sin saber leer ni escribir? Estoy asombrado. Me pregunto, ¿qué
hubiera sido de usted si hubiera sabido leer y escribir?
- Yo se lo
puedo contestar -respondió el hombre con calma-. Si yo hubiera sabido leer y escribir...
sería el portero del prostíbulo!
Las crisis
están llenas de oportunidades, siempre se puede comenzar de nuevo.
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